Carlos Taibo. Publicado en El Correo-Bilbao
Jueves 7 de septiembre del 2006.
De un tiempo a esta parte, y en singular desde que se celebr? el aciago referendo sobre el tratado constitucional de la UE, es frecuente que me pregunten si no soy demasiado cr?tico con la Uni?n Europea. Acaso la pregunta no deja de ser, en s? misma, un progreso, toda vez que, al poner el acento en el eventual exceso de la cr?tica, parece acatar, aun a rega?adientes, lo fundamentado y leg?timo de esta ?ltima.
De un tiempo a esta parte, y en singular desde que se celebr? el aciago referendo sobre el tratado constitucional de la UE, es frecuente que me pregunten si no soy demasiado cr?tico con la Uni?n Europea. Acaso la pregunta no deja de ser, en s? misma, un progreso, toda vez que, al poner el acento en el eventual exceso de la cr?tica, parece acatar, aun a rega?adientes, lo fundamentado y leg?timo de esta ?ltima.
Casi todo me hace pensar, sin embargo, que, discurriendo por un camino contrario del que reclama la pregunta en cuesti?n, seguimos siendo inequ?vocamente blandos con la UE de estas horas. En los ?ltimos d?as he podido comprobar, sin ir m?s lejos, c?mo son muchos los medios de comunicaci?n que, al calor del despliegue de soldados for?neos en el L?bano, se han entregado a la s?rdida tarea de identificar en aquel un formidable paso adelante de la Uni?n Europea, que de esta suerte estar?a recuperando peso en el escenario internacional.
El argumento, por olvidadizo, no puede ser m?s lamentable. Recu?rdese que lo que hemos tenido entre manos las ?ltimas semanas se resume de forma sencilla: el secuestro por Hizbul? de dos soldados israel?es provoc? del lado de Tel Aviv una airada respuesta --supongamos que fue tal y que no se hallaba de por medio una operaci?n planificada desde mucho antes-- saldada con la destrucci?n de las infraestructuras de un pa?s entero, el L?bano, y acompa?ada --esto es m?s grave, claro-- de m?s de un millar de muertos, en su mayor?a civiles. Conviene subrayar cuantas veces sea preciso que el agente ejecutor de semejante haza?a es un Estado que dice ser de derecho y que, como tal, cabe suponer que, a diferencia de lo que corresponde a Ham?s o al propio Hizbul?, acata reglas tan precisas como exigentes. Se trata, por a?adidura, de un aliado de nuestros pa?ses, condici?n que --asumamos un ejercicio de impagable ingenuidad-- debe obligar al cumplimiento de requisitos elementales y asentarse en el principio de que los premios s?lo pueden concederse a quien est? a su altura.
Si el lector abandona las ingenuidades invocadas pronto se percatar? de que ninguno de los fundamentos anteriores parece ser de aplicaci?n en el caso de la UE. No vayamos muy lejos en la b?squeda de datos que permitan apuntalar el argumento: el gobierno espa?ol critic? agriamente en su momento la respuesta israel? en el L?bano, pero bien se cuid? de modificar un ?pice los elementos centrales de una pol?tica de largo y desgraciado aliento. Se abstuvo de llamara consultas al embajador en Tel Aviv, asumi? de buen grado la preservaci?n del sinf?n de privilegios comerciales con que la UE obsequia a Israel, ha mantenido activos negocios de compraventa de armas con este ?ltimo y no le ha hecho ascos, tampoco, al despliegue de maniobras militares conjuntas. Como los restantes miembros de la Uni?n Europea, y palabrer?a aparte, Madrid no ha dado un solo paso encaminado a poner freno al desbocado envilecimiento militarista de Israel (por cierto que, llamativamente, la mayor?a de quienes, en este ?ltimo, critican la operaci?n militar en el L?bano lo hacen en virtud de su manifiesta ineficacia, y no de resultas de su evidente car?cter criminal).
Aunque, si uno escarba en la realidad de las ?ltimas semanas, descubre pronto que las circunstancias que han rodeado el quehacer del gobierno espa?ol son a?n m?s graves: el propio tono de la contestaci?n de las acciones militares israel?es fue bajando a medida en que el Partido Popular, muy en su sitio, criticaba lo que entend?a que eran excesos verbales de los dirigentes socialistas, con Rodr?guez Zapatero a la cabeza. Mucho me temo que semejante plegamiento ante los dardos de la oposici?n revela del lado del PSOE una lamentable falta de convicci?n y de energ?a, al tiempo que nos emplaza ante una conclusi?n sugerente: quienes denostamos el ultramontanismo y el catastrofismo que inspiran el discurso del Partido Popular en todos los ?mbitos har?amos bien en reflexionar si la estrategia correspondiente no est? produciendo, en una de sus dimensiones, los resultados apetecidos de la mano de un creciente amilanamiento del gobierno. Por detr?s despunta, con todo, un fen?meno m?s inquietante, cual es la indisimulada penetraci?n de un discurso conservador que todo lo subordina a la lucha contra el ?terrorismo? y que, al amparo de ?sta, esconde la defensa de nuestros intereses m?s obscenos. Y es que har?amos mal en olvidar que Israel es, en muchos sentidos, la punta de lanza de los intereses occidentales --de nuestros intereses-- en una regi?n tan importante como el Oriente Pr?ximo.
Vuelvo, con todo, al principio: sorprende que la Uni?n Europea se muestre tan ufana sobre su futuro papel en el L?bano una vez que es f?cil certificar que nada consistente hizo para prevenir y evitar una agresi?n como la israel?. El mensaje que en esta ocasi?n, como en tantas otras, se lanza a Elmert y su gabinete ministerial es desolador: pueden ustedes destruir lo que deseen --y asesinar como quieran--, que nosotros nos encargaremos de la reconstrucci? --y de garantizar dignos entierros--, no sin antes escenificar una aparente equidistancia entre las partes que se propone ocultar de qu? lado, a la postre, nos encontramos. Que nadie espere de Bruselas, en otras palabras, designio alguno de castigar a quien violenta las normas m?s elementales: en la deleznable farsa en la que nos hallamos inmersos, y al amparo de los oropeles de las conferencias de donantes, nadie ha hablado --recu?rdese-- de sanciones a Israel. La inmoralidad ingente de semejante conducta s?lo es parangonable, por cierto, con su nula inteligencia.
_________________ NO HAY DEMOCRACIA POSIBLE EN UNA SOCIEDAD DE CLASES
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